La semana pasada la Organización Mundial de la
Salud (OMS) celebró la primera semana mundial de sensibilización sobre los
antibióticos. Además, desde hace varios años, el 18 de noviembre, el European Centre for Disease Prevention and Control (ECDC), el equivalente
europeo de los Centers for Disease
Control and Prevention (CDC) americano, celebra el día europeo para el uso
prudente de los antibióticos. ¿Por qué estas dos grandes organizaciones centran
su tiempo y recursos en aconsejarnos sobre cómo utilizar los antibióticos de
manera prudente?
La respuesta es que el
uso inadecuado e irracional de
los antibióticos crea condiciones favorables para la aparición, propagación y
persistencia de microorganismos resistentes a los antibióticos. Estos
microorganismos constituyen uno de los mayores problemas de Salud Pública
actuales o, en palabras de la OMS, “la mayor amenaza en el siglo XXI a los
logros de la medicina moderna”. Las bacterias resistentes reducen
dramáticamente las posibilidades de tratar enfermedades infecciosas y aumentan
el riesgo de complicaciones causando una elevada mortalidad en pacientes con
infecciones severas. Sólo en Europa, la resistencia a los antimicrobianos causa
cada año 400.000 infecciones y 25.000 muertes. Las resistencias a los antibióticos conllevan además un
aumento de los costes sanitarios de alrededor de 1500 millones de euros
anuales, aumentan el tiempo de ingreso hospitalario y son responsables de
muchos fallos terapéuticos, incrementando la morbilidad y la mortalidad.
En el año 2010 se empezó a tomar conciencia
de la amenaza global que suponía la resistencia a los antibióticos y se
comenzaron a implementar iniciativas a favor del desarrollo de nuevos
compuestos. Como reconocimiento a la necesidad de fomentar el desarrollo de
nuevos antibióticos, el congreso de los Estados Unidos aprobó un año más tarde,
en 2011, el acta Generating Antibiotic
Incentives Now (GAIN), que confiere ciertas ventajas a las empresas que
intentan desarrollar nuevos antibióticos, como por ejemplo, un aumento de 5
años en la duración de las patentes, la revisión prioritaria de los
medicamentos en desarrollo y la posibilidad de optar por la vía rápida de
aprobación de medicamentos por parte de la Food
and Drug Administration (FDA). Europa, por su parte, ha creado la
iniciativa Combating Bacterial Resistance
in Europe, dentro del programa New
Drugs 4 Bad Bugs.
En España ese mismo año se puso en marcha
el Plan Nacional Resistencia Antibióticos (PRAN), un plan que coordina la
Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios y que cuenta con la colaboración de seis ministerios (Sanidad, Agricultura, Economía, Interior,
Defensa y Educación) y todas las comunidades autónomas. Este plan tiene varias
líneas estratégicas: vigilar el consumo y resistencia a los antibióticos,
controlar la diseminación de los microorganismos resistentes, impulsar medidas
de prevención y tratamiento, establecer cuáles son las prioridades en materia
de investigación, formar a los profesionales sanitarios y sensibilizar a la
población.
Es en este último
punto donde se insta al ciudadano de a pie a hacer algo para solucionar el
problema. Lo que está en nuestras manos, pero que resulta muy importante, es
usar los antibióticos de manera prudente: sólo cuando te sean
recetados por tu médico, siguiendo estrictamente el tratamiento hasta el final
y entregando los antibióticos que te
sobren a tu farmacéutico.
Las buena noticia es que parece que ya nos estamos tomando este problema en serio.
Artículo publicado en Diario de Noticias el día 22 de noviembre
Fuente e imágenes:
Organización Mundial de la Salud
ECDC
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