El caso de la viruela es el ejemplo
clásico del éxito que pueden tener las campañas de vacunación en la eliminación
de una enfermedad. En la década de los cincuenta este virus causaba alrededor
de dos millones de muertes al año. A finales de esa época se decidió poner en
marcha una estrategia global para frenar la enfermedad y en 1966 se decretaron
tres líneas de actuación: mantener un nivel de vacunación por encima del 80%,
aislar los casos detectados para evitar su expansión y rastrear y aislar a los
contactos. Y el plan funcionó.